Llanto



Es el terminal Santiago, que a la manera de la estación de ferrocarriles, está igualmente poblado de adioses en dónde encontré a este señor sentado en una esquinita. Lloraba silencioso, sin sollozos ni gimoteo aluno que hiciera evidente su llanto, pero dos lágrimas en las mejillas le delataban a la cercanía y no hacía ningún intento por ocultarlas.
El instinto natural fue acercarme y preguntarle qué le había sucedido... si le podía ayudar en algo, pero no, por el contrario, sólo me atreví a pedirle un par de fotos con la muñeca a lo que respondió: "Ustedes, las mujeres bellas, lo consiguen todo" y posó para mi.
Nunca supe su nombre y sólo me queda este recuerdo

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